Manel Peiró
Termina un año muy convulso en todos los ámbitos y el año que empieza no ofrece demasiados motivos para el alborozo. Tampoco en sanidad. Los grandes retos y problemas que afectarán a nuestro sistema de salud durante el próximo año no han variado sustancialmente; siguen siendo los habituales pero con signos de empeoramiento y deterioro. Menos aún las respuestas que se plantean, ancladas en el «más de lo mismo» en el mejor de los casos, en general dirigiendo el sistema de salud hacia una lenta involución, abandonado a una inercia burocrática que no permite presagiar ningún buen augurio. Me permito un ejercicio de inocencia apuntando cinco posibles transformaciones que contribuirían a una mejora en el funcionamiento del sistema de salud y de las instituciones sanitarias.
En julio de 2015 se publicó The future of primary care: creating teams for tomorrow, un informe elaborado por la Primary Care Workforce Commission, una comisión independiente impulsada por el Secretario de Estado de Salud del gobierno británico y presidida por un profesor de la Universidad, Martin Roland. El informe de la comisión se basó en una revisión de publicaciones, evidencias, visitas y reuniones de grupos, a fin de identificar y proponer «modelos de atención primaria innovadores, que respondan a las necesidades futuras de los pacientes y del NHS».
Entre las múltiples iniciativas llevadas a cabo durante el Día de la Atención Primaria celebrado el pasado 12 de abril, el Foro de Médicos de Atención Primaria presentó en el Congreso de los Diputados un decálogo de medidas para la mejora de la calidad de la atención primaria.
El National Health Service (NHS) británico ha sido el referente por excelencia del sistema nacional de salud español. Durante años, cualquier iniciativa británica fue analizada con enorme interés, valorando su posible integración en nuestro contexto. Con el tiempo, la efervescencia ha ido dando paso, transferencias a las comunidades autónomas mediante, a una observación distanciada.