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El nuevo eslabón en la cadena de la supervivencia: el síndrome posparada cardiaca

Los autores del artículo parten de la constatación de que en los últimos 20 años se ha optimizado la respuesta a la parada cardiaca extrahospitalaria mediante el desarrollo e implementación del concepto de «cadena de supervivencia».

Con la implantación de los primeros tres eslabones de esta cadena en la comunidad –la alerta precoz, las maniobras de reanimación cardiopulmonar precoces por parte de testigos y la desfibrilación temprana–, se ha conseguido la recuperación de la circulación espontánea en un mayor número de víctimas de parada cardiopulmonar. No obstante, la mayoría (aproximadamente el 70%) de estos pacientes que logran llegar vivos al hospital mueren en los primeros días, y esta situación no ha mejorado de forma significativa durante estos años.

Por ello, los autores sostienen que es necesario que exista un protocolo estandarizado para los cuidados posparada cardiaca, y creen que si se centrara más la atención en optimizar y estandarizar estos cuidados en la posparada cardiaca se encontraría ese eslabón que falta para mejorar la supervivencia.

El síndrome posparada cardiaca es una entidad clínica única que se produce como consecuencia de la aplicación de maniobras de reanimación cardiopulmonar que consiguen la recuperación de la circulación espontánea en una víctima de parada cardiaca súbita. La intensidad y la gravedad de las manifestaciones clínicas de este síndrome guardan proporción directa con la duración del intervalo de la parada, la recuperación con éxito de la circulación y el tiempo transcurrido sin recibir reanimación cardiopulmonar. Por tanto, un protocolo de cuidados posparada debe tener como objetivos clave el tratamiento óptimo de la causa precipitante y de tres síndromes secundarios: daño cerebral, daño miocárdico y síndrome de respuesta inflamatoria sistémica, teniendo en cuenta que cada actuación sobre un aspecto concreto podría poner en peligro la recuperación de los otros. En todos los casos, según los autores, el tratamiento debe centrarse en revertir las manifestaciones fisiopatológicas del síndrome posparada con una adecuada priorización y ejecución en el momento adecuado. Cualquier plan de tratamiento debe incluir las medidas que ya se han recomendado previamente, porque existe suficiente evidencia sobre su eficacia para mejorar la supervivencia; es el caso de la hipotermia leve, inducida en pacientes que permanecen en coma, el cateterismo y la revascularización urgente, a la par de proceder a controlar una serie de variables y la reperfusión inmediata en pacientes con sospecha de oclusión coronaria aguda. La mayoría de los pacientes precisarán ventilación mecánica tras la reanimación cardiopulmonar, manteniéndose un régimen que sea capaz de proporcionar normocapnia y normoxemia. Los autores sugieren que ha de medirse la glucemia con frecuencia durante las primeras 12 horas del síndrome posparada, a fin de mantenerla entre 100 y 180 mg% y evitar episodios de hiperglucemia grave e incluso moderada. El objetivo en la hipotermia inducida será mantener la temperatura entre 32 y 34 ºC durante 24 horas y luego recalentar hasta una temperatura normal. En los pacientes en quienes no esté indicada la hipotermia o no se pueda realizar, se recomienda evitar una temperatura superior a 37 ºC. Un objetivo de frecuencia cardiaca de entre 50 y 100 latidos por minuto (incluso de entre 40 y 100 en los pacientes con hipotermia) es aceptable, pero recomiendan la administración sistemática de fármacos antiarrítmicos de modo preventivo. La primera medida para evitar las arritmias será asegurarse de que no existen alteraciones hidroelectrolíticas o corregirlas inmediatamente si la temperatura es superior a 37 ºC. Asimismo, los autores proponen mantener un objetivo de presión arterial media de 80-100 mmHg y evitar en todo momento tanto la hipotensión, que puede conllevar hipoperfusión cerebral, como la hipertensión, que puede aumentar los efectos adversos de la reperfusión y producir hiperemia, con el consiguiente aumento de la presión intracraneal. La hipertensión (presión arterial media >100 mmHg) se tratará con vasodilatadores, y en caso de insuficiencia cardiaca congestiva o sobrecarga hídrica se usarán diuréticos. Si existe taquicardia o síndrome coronario agudo con función sistólica conservada, consideran el uso de betabloqueadores. Si durante el síndrome posparada existe hipotensión y la presión venosa central es inferior a 8-12 mmHg, la primera medida será la infusión rápida de volumen (cristaloides o coloides, pero no glucosados) de 500 mL durante 5-10 minutos y con intervalos de 20 minutos hasta alcanzar la normalidad en la presión venosa central. El objetivo final de la optimización hemodinámica precoz o el tratamiento precoz dirigido por objetivos es una aproximación algorítmica para restaurar y mantener el equilibrio entre el aporte y las demandas de oxígeno. Si a los 5-10 minutos de recuperar el latido tras la parada cardiaca el paciente no muestra signos de despertar adecuados, se puede requerir ventilación mecánica y sedación o analgesia. Habitualmente se utilizan benzodiacepinas o propofol como sedantes y opiáceos para la analgesia. Aunque puede hacerse una valoración en las primeras horas tras la recuperación de la parada cardiaca, la evaluación pronóstica neurológica no debe llevarse a cabo antes de la fase de recuperación, es decir, tras las 72 horas de la recuperación de la circulación espontánea o de revertir la hipotermia si ésta se ha aplicado.

Martín H, López J, Pérez J, et al. Manejo del síndrome posparada cardiaca. Med Intensiva. 2010; 34(2): 107-126.

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