Los pacientes con lupus eritematoso sistémico (LES) presentan un riesgo más elevado de mortalidad que la población general. Este riesgo se relaciona con la actividad de la enfermedad y el daño en los órganos diana (especialmente el riñón), con los efectos secundarios del tratamiento (como pueden ser las infecciones), y con un aumento de la mortalidad de origen cardiovascular y por todas las causas. Los dos primeros factores se relacionan con un buen manejo de los casos iniciales, por lo que los pacientes se benefician de terapias diana-específicas, de un menor uso de altas dosis de corticoides y de inmunosupresiones agresivas. Los últimos factores están relacionados, en parte, con el estilo de vida, y requieren enfoques multidisciplinarios.
Los actuales avances pueden conllevar una disminución de este exceso de mortalidad; así, los pacientes diagnosticados de artritis reumatoide entre 1999 y 2006 tenían un riesgo de mortalidad un 56% mayor que la población general, mientras que en los diagnosticados entre 2007 y 2014 el incremento de riesgo sólo era del 29%.
Los autores del presente artículo intentan analizar si se ha producido un fenómeno similar en la población diagnosticada de LES por los primeros motivos (actividad de la enfermedad y efectos adversos del tratamiento).
La población base del estudio se obtuvo de THIN, una base electrónica de registros médicos por parte de médicos generalistas del Reino Unido. Se analizaron los pacientes con diagnóstico de LES, establecido entre los 18 y los 89 años de edad, entre el 1 de enero de 1999 y el 31 de diciembre de 2014. Los autores agruparon los casos diagnosticados en 2 cohortes: a) diagnóstico entre 1999 y 2006 (1.470 casos), y b) diagnóstico entre 2007 y 2014 (1.666 casos).
El evento de interés que registraron fue la muerte por cualquier causa, aunque también la existencia de comorbilidades relevantes: cardiopatías, demencia, insuficiencia renal crónica, enfermedad pulmonar, cáncer o enfermedad hepática.
Los datos se registraron mediante un modelo de riesgos proporcional de Cox, incluidas las covariables de interés.
Considerando como 1 el riesgo de mortalidad para la población general, la cohorte de 1999-2006 tenía un riesgo de 1,93 (intervalo de confianza [IC] del 95%: 1,42-2,62), es decir, casi el doble de mortalidad que la población general. Por su parte, la cohorte de 2007-2014 tenía un riesgo de 1,76 (IC del 95%: 1,20-2,44), un 75% mayor que el de la población general.
Parece existir una disminución en el riesgo de mortalidad de los pacientes con LES en los últimos años, pero el presente estudio no encuentra ninguna significación estadística.
Aun siendo de interés los datos, la agrupación arbitraria en 2 cohortes (probablemente debido a la necesidad de conseguir un número suficiente en cada grupo), no permite reflejar con precisión los cambios en la tendencia temporal. La mayoría de los clínicos encontramos una menor gravedad en la forma de presentación, menos daño de los órganos diana y menos efectos adversos graves con el tratamiento. Probablemente los próximos estudios permitan reflejar, como evidencia, la percepción de los clínicos.