Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se consideran enfermedades mentales graves. En sus diversas formas diagnósticas tienen una prevalencia en España y en el mundo que se sitúa en la población femenina aproximadamente en un 4-6%, y en la población masculina por debajo del 1%.
Debido a la gravedad de este tipo de trastornos, en las dos últimas décadas se han multiplicado los estudios que analizan los factores asociados, como serían la importancia de las variables neuropsicológicas en la génesis y el desarrollo de los TCA, y el perfil que caracteriza a los afectados, con el fin de proporcionar tratamientos y estrategias preventivas más eficaces. Aunque no hay datos definitivos al respecto, algunos estudios recientes indican que determinados rasgos neuropsicológicos podrían estar presentes de forma premórbida en los pacientes con TCA, y podrían considerarse como factores de riesgo en el complejo modelo multifactorial de estas patologías.
El abordaje del estudio neuropsicológico de los TCA se ha realizado fundamentalmente con dos metodologías, que son valiosas y complementarias para una valoración integral: por una parte, las pruebas neuropsicológicas y, por otra, las técnicas de neuroimagen. Las primeras están destinadas a evaluar los posibles sesgos en las funciones cognitivas y definir las características clínicas que caracterizan a estos trastornos. Las técnicas de neuroimagen, por su parte, se utilizan para explorar alteraciones de neurotransmisión, perfusión cerebral y metabolismo con la finalidad de establecer marcadores biológicos. Sin embargo, no siempre permiten discriminar entre las diversas formas de expresión clínica, por lo que en esta revisión sólo se han tenido en cuenta los resultados obtenidos en las investigaciones que han utilizado pruebas neuropsicológicas.
Muchos de los estudios actuales se han centrado fundamentalmente en tres ámbitos neuropsicológicos en el estudio de los TCA: funciones ejecutivas, atención y coherencia central.
Los autores creen necesaria más investigación encaminada a responder a tres preguntas: ¿existe un perfil neuropsicológico de riesgo para el desarrollo de la anorexia/bulimia nerviosa?, ¿existe un perfil neuropsicológico diferente asociado en la anorexia nerviosa frente a la bulimia nerviosa? y ¿cuál es el papel de diferentes variables (índice de masa corporal, edad, ansiedad, impulsividad, alexitimia, estado de ánimo, imagen corporal) en los déficit neuropsicológicos observados en la anorexia/bulimia nerviosa? Con el objetivo de dar respuesta a las tres cuestiones mencionadas, los autores llevaron a cabo una revisión de estudios empíricos centrados en las funciones ejecutivas, la coherencia central y los sesgos atencionales en relación con la anorexia y la bulimia nerviosa.
A partir de esta revisión, los autores concluyen que en los últimos años se refleja un esfuerzo por realizar una investigación que permita recopilar datos que avalen la existencia del perfil neuropsicológico de riesgo en las personas con TCA. Además, se pone de manifiesto el esfuerzo en la presentación del tamaño del efecto, aspecto que permite establecer afirmaciones más concluyentes al determinar que las diferencias encontradas se deben a la pertenencia a un grupo.
Considerando globalmente todos los estudios revisados, y teniendo en cuenta el amplio tamaño muestral y el notable alcance del efecto de algunos de ellos, los autores estiman que se pueden extraer las siguientes conclusiones generales: tanto para la anorexia nerviosa como la bulimia nerviosa el factor de riesgo más importante sería la rigidez cognitiva, mientras que para la anorexia nerviosa además se añade como factor de riesgo la coherencia central débil. Por otra parte, los autores observan la presencia de rigidez cognitiva en ambos grupos clínicos, así como sesgos atencionales (especialmente para aspectos sociales, como las caras de enfado, el reconocimiento de emociones y el procesamiento de caras ambiguas) también en ambos grupos, mientras que el rasgo de alexitimia es una variable moduladora en la dificultad del reconocimiento de caras ambiguas.
A partir de la revisión realizada, las líneas de investigación e intervención que se plantean son diversas, como incorporar en los estudios modelos predictivos que consideren los efectos directos e indirectos de las variables emocionales y antropométricas en los déficit neuropsicológicos presentes en personas con TCA, añadir al tratamiento la intervención neuropsicológica, integrar la valoración neuropsicológica en la evaluación general que se realiza a las personas afectadas, y llevar a cabo estudios longitudinales con un mayor tamaño muestral y en diferentes momentos de la evolución de la enfermedad.