Algunas investigaciones han demostrado que determinados individuos con cifras de prehipertensión, definidas por el JNC-7 como cifras de presión arterial (PA) sistólica de 120-139 mmHg o de 80-89 de PA diastólica, podrían presentar un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares en comparación con los normotensos. Sin embargo, otros estudios han encontrado que la prehipertensión sólo incrementa la tasa de enfermedad cardiovascular cuando se acompaña de otros factores de riesgo.
El estudio aquí comentado se planteó para analizar, en una población de jóvenes no hipertensos con valores por encima de los considerados como PA óptima, la prevalencia de alteraciones estructurales o funcionales precoces del corazón y las arterias.
Se trata de un estudio observacional de corte transversal, en el que los autores estudiaron una muestra de alumnos de la facultad de medicina, analizando su actividad física, los antecedentes familiares, los datos de peso, talla e índice de masa corporal, y el control de las cifras de PA 2 veces en 2 ocasiones diferentes, calculando la PA media y la presión de pulso. Los pacientes fueron clasificados según las recomendaciones de la Sociedad Europea de Cardiología y de Hipertensión (ESH-ESC). Igualmente, los autores practicaron un ecocardiograma a cada individuo del estudio, así como una medida estimada de la distensibilidad arterial según el método propuesto por Fagard, dividiendo la presión de pulso por el índice de volumen por latido, medido ecocardiográficamente.
Los autores incluyeron en el estudio un total de 805 estudiantes, con una media de edad de 20,47 años, comprobando que casi el 50% de la población estudiada tenía valores de PA óptimos (<120 mmHg de PA sistólica, y <80 mmHg de PA diastólica) y un 14% valores de hipertensión arterial normal-alta.
Los autores demuestran la presencia de alteraciones en la estructura y la función cardiaca, como el aumento de la masa del ventrículo izquierdo, la disminución de la distensibilidad arterial y el deterioro de la función del ventrículo izquierdo, en jóvenes no hipertensos con cifras de PA por encima de los valores óptimos. Así, demuestran un mayor índice de masa del ventrículo izquierdo en sujetos con PA normal, así como con PA normal-alta, lo que podría implicar un mayor riesgo de progresión a hipertensión arterial; por tanto, estas categorías podrían considerarse como una sola, tal como propuso el JNC-7.
Los autores añaden que los jóvenes con PA normal o normal-alta muestran vasos más rígidos a medida que aumentan los valores de PA y la masa del ventrículo izquierdo. Se podría especular, comentan, que esta reducción de la distensibilidad se debería a alteraciones secundarias precoces en la estructura de la pared arterial.
Los autores del estudio concluyen que la estratificación de los individuos no hipertensos en distintas categorías según sus valores de PA seguiría teniendo una gran relevancia desde el punto de vista de la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares.