La fractura de cadera es una enfermedad con una incidencia creciente en la mayoría de los registros, debido a la mayor presencia de adultos de edad muy avanzada en nuestra población, cuya incidencia estimada en nuestro medio es de 252,2/10.000 mujeres y de 115,6/10.000 varones. La fractura de cadera, y en general la osteoporosis, tiene una mayor incidencia en las mujeres, si bien se ve sobrerrepresentada por la mayor supervivencia de las mujeres, con lo que aunque el riesgo individual en varones de edad avanzada es algo menos de la mitad que la de una mujer de igual edad, los varones sólo representan entre una tercera y cuarta parte de los pacientes que sufren fracturas de cadera.
Últimamente, y a pesar de este envejecimiento poblacional, se ha podido observar en algunos registros una tendencia a la estabilización en la incidencia de fracturas de cadera, lo que podría justificarse por una mejor prevención y un tratamiento adecuado de la osteoporosis, o a mejoras en la masa ósea que alcanzaron en la edad juvenil.
Podemos afirmar que, a diferencia del riesgo cardiovascular –que tendemos a infravalorar en las mujeres–, la osteoporosis queda olvidada en los cribados de salud de los varones de edad avanzada. Precisamente uno de los objetivos planteados en este trabajo es concienciar a los médicos de que los varones mayores también son una población de riesgo para presentar osteoporosis y fractura de cadera.
Las fracturas de cadera son frecuentes, con un elevado coste económico y un alto impacto sobre la mortalidad y la calidad de vida, que las convierten en un problema de salud pública. Aunque no pueda considerarse la única causa, la osteoporosis es la base principal sobre el que se desarrolla esta tipo de fracturas, que suelen producirse sobre todo en personas de 80-90 años de edad. Todos los datos muestran una elevada mortalidad a corto plazo y un incremento de la mortalidad durante varios años en estos pacientes, en comparación con los sujetos de la misma edad que no han sufrido una fractura de cadera.
Los autores recogieron un total de182 casos durante 6 años, con una media de edad de 84 años. La mortalidad hospitalaria final fue del 11%. De los 162 pacientes que sobrevivieron al ingreso hospitalario, 42 fallecieron durante el primer año y 95 durante los 3 años siguientes, por lo que en referencia a los 182 varones que sufrieron una fractura de cadera, la mortalidad total en el primer año es de un 34%, y a los 3 años del 86%. La media de supervivencia fue de 1.149 días (intervalo de confianza del 95%: 867-1.431).
Los autores pudieron comprobar que la mortalidad se asocia con la edad y con una menor capacidad funcional al año y a los 3 años; el deterioro cognitivo es el principal riesgo para la mortalidad al año, y la presencia de hipertensión arterial el factor principal de muerte a los 3 años. En todos los registros, incluido el español, la mortalidad después de una fractura de cadera es mayor en los varones que en las mujeres.
Además de las medidas ideales de conseguir un envejecimiento más saludable, poder disminuir los factores de riesgo de osteoporosis e intentar reducir las caídas en las personas mayores, deberíamos preguntarnos qué es lo que genera este exceso de mortalidad en los varones, y si de alguna manera podemos intervenir en ello.
Una idea personal es que la menor incidencia de fractura de cadera en los varones (que se producen a la misma edad que en las mujeres) podría deberse a que la mayoría presenta una mayor masa ósea, por lo que aquellos que sufren una fractura representan un subgrupo con una mayor fragilidad general, lo que explicaría la mayor mortalidad de los varones con fractura de cadera en comparación con las mujeres.
La detección de estos pacientes varones con riesgo de fractura debería incluir un estudio de masa ósea, que podría complementarse, sin una mayor irradiación, con un estudio de la masa muscular esquelética, con el fin de identificar a la población con mayor riesgo de mortalidad y dependencia, y actuar sobre ella de forma integral.