Las emociones, especialmente si son negativas, pueden tener un valor y un beneficio, al avisarnos de peligros en situaciones de amenaza o pérdida y señalarnos situaciones y experiencias que debemos evitar. Nuestros sentimientos (tanto positivos como negativos) actúan como sensores mentales de nuestro mundo interior y tienen un papel crucial en la toma de decisiones, en la resolución de problemas y en el comportamiento social. Parámetros como el optimismo y las emociones positivas parecen favorecer la salud cardiovascular de las personas adultas. Por el contrario, las dificultades en la habilidad para controlar emociones negativas parece que predicen la aparición de eventos cardiovasculares.
Según un trabajo publicado recientemente en la Revista Española de Cardiología, los individuos que son capaces de controlar sus emociones –lo que se denomina «regulación emocional»– tienen una mejor salud cardiovascular. Se señala asimismo que esta regulación emocional ayuda a moderar el efecto negativo que tiene la edad sobre las variaciones de la frecuencia cardiaca, uno de los parámetros utilizados en al ámbito de la cardiología para valorar el estado de salud del corazón. Según los expertos, los niveles bajos en esa variabilidad están directamente relacionados con la edad, con una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares y con un índice más elevado de mortalidad de causa cardiaca.
Los individuos con cargos de alta responsabilidad son uno de los colectivos más expuestos a continuas y crecientes exigencias profesionales que pueden provocar desgaste psicológico y sintomatología clínica secundaria. Uno de los objetivos principales del estudio que aquí se comenta fue analizar si la llamada regulación emocional era capaz de moderar el efecto negativo de la edad sobre las variaciones de la frecuencia cardiaca de los directivos estudiados. Para ello se tomó una muestra de 101 directivos españoles de 30 a 63 años de edad con cargos de dirección en la empresa privada escogidos al azar en unas jornadas de team-building financiadas por su propia empresa y a las que asistieron voluntariamente. Se excluyó a los directivos con antecedentes cardiovasculares y/o anomalías electrocardiográficas.
Se dividió a los directivos en tres grupos, según el grado de regulación emocional basado en valores preestablecidos por los autores: baja (8-24), media (24-35) y alta (35-40). Se realizó un análisis estadístico de ANCOVA con el fin de examinar y relacionar el grado de regulación hormonal y la edad con la variabilidad en la frecuencia cardiaca. Asimismo, los análisis realizados se ajustaron por nivel de estrés percibido, consumo de tabaco y alcohol, actividad física e índice de masa corporal.
El estudio comentado proporciona, por primera vez, indicios sobre la relación entre regulación emocional y variabilidad de la frecuencia cardiaca. Entre los datos más relevantes del estudio figuran que tanto el tener una regulación emocional baja como el ser mayor de 41 años tienen un efecto negativo sobre la variabilidad de la frecuencia cardiaca de los directivos españoles.
En conclusión, el estudio de Castillo et al. muestra que la habilidad para regular las emociones permite responder más adecuadamente a las exigencias del entorno y reducir el impacto que las emociones negativas y la edad tienen en la salud cardiovascular. Los autores proponen para futuras investigaciones avanzar en el conocimiento del papel que las habilidades de la inteligencia emocional, evaluadas con mediciones más objetivas, desempeñan en otros indicadores de salud, pues dado su carácter entrenable, estas habilidades pueden convertirse en un factor preventivo relevante para la población sana pero sometida a intensas exigencias profesionales.
Castillo R, Anelo J, Fernández-Berrocal P. Regulación emocional y variabilidad de la frecuencia cardíaca en directivos varones sanos. Rev Esp Cardiol. 2013; 66(9): 753-754. Doi: 10.1016/j.recesp.2013.04.017.