El deterioro de sus patologías crónicas, la aparición de nuevas patologías, la deficiente atención sanitaria y social durante la pandemia en el grupo que más cuidados necesitaba, así como la afectación funcional y social por la inmovilidad y el aislamiento social y familiar, han incrementado las patologías cognitivo-conductuales (como deterioro cognitivo, ansiedad, depresión, etc.) y contribuido al deterioro funcional y de la calidad de vida de los pacientes mayores, según se ha puesto de manifiesto durante el congreso.
“En esta prueba de esfuerzo, a la que se ha visto sometido el sistema sanitario y la sociedad en general, hemos suspendido claramente y el grupo más vulnerable, los pacientes mayores, han sido los más perjudicados. Esto nos debe llevar a todos (ciudadanos, responsables sanitarios, políticos y profesionales) a hacer una reflexión serena y rigurosa, a nivel personal y colectivo, cada uno en nuestro ámbito, para que esta situación no se repita y aprender de los errores cometidos”, según Felipe Madruga, facultativo especialista en Geriatría de la Unidad de Ingresos del Hospital del Valle de Toledo. En los pacientes mayores, “las consultas telefónicas no pueden ni deben sustituir, sino complementar a las consultas presenciales, salvo para la agilización de la cada vez mayor burocracia que enlentece e incrementa la ineficiencia en la atención del paciente mayor”, según el especialista en Geriatría, quien considera que “es fundamental recuperar una medicina integral basada en el paciente”.
Visión integral
Actualmente, la medicina ha tendido hacia la impersonalización, la tecnificación y la superespecialización. Esto, que realmente ha hecho avanzar a la medicina en su aspecto científico, resulta “claramente perjudicial en la atención al paciente geriátrico si no se complementa con una visión integral basada en la ciencia, la experiencia, el sentido común y mantener un alto grado de personalización y humanización, características que nunca se deben perder de vista”, reclama el experto.
Respecto a los aspectos terapéuticos, hoy se cuenta con unas terapias farmacológicas más avanzadas que nos permiten mejor la evolución de muchas patologías de alta incidencia en nuestros mayores. “Pero, si no las acompañamos de una visión integral y abordamos los problemas de forma conjunta, los potenciales beneficios terapéuticos se ven disminuidos”, según Madruga. Por ejemplo, patologías con alta prevalencia como hipertensión arterial, diabetes, arritmias, insuficiencia cardiaca, dislipemias, enfermedades cerebrovasculares, deterioro cognitivo, etc. deben ser abordadas de manera global.
El papel de la Atención Primaria es fundamental y debe ser el eje sobre el que pivote el sistema. “Sería como el director de orquesta, siempre en coordinación con las diferentes especialidades para el beneficio del paciente”, según el geriatra. Hasta ahora, “la coordinación es manifiestamente mejorable y especialidades como la Geriatría son fundamentales tanto a nivel hospitalario como en la coordinación y trabajo en conjunto con Atención Primaria”.
Vértigos
Los vértigos son un motivo de consulta frecuente, tanto en Atención Primaria como en Urgencias y, aunque la mayoría de las veces no es grave, “resulta muy incapacitante y puede mermar mucho la calidad de la vida de la persona que lo sufre”, según ha señalado el responsable del Grupo de Trabajo de Otorrinolaringología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Manuel Mozota.
El Congreso ha incluido dentro de su programa científico una actualización de las enfermedades y patologías más frecuentes, como es el caso de los vértigos, cuya incidencia aumenta entre las personas mayores, “pero puede afectar a mujeres y hombres de cualquier edad, e incluso a niños”, ha informado
Mozota.
Mozota ha enumerado las diferencias entre el vértigo periférico y el central. El vértigo periférico es el más común, comprende entre el 85-90% de los casos de vértigo y se distingue por un inicio brusco y sus síntomas suelen ser intensos, aumentando con el movimiento de la cabeza o el cambio de postura. La clínica más frecuente sería la presencia de nistagmo, mareo, sudoración, náuseas, vómitos, taquicardia, perdida del equilibrio y en ocasiones acúfenos. Por otro lado, el vértigo central no está relacionado con los movimientos de la cabeza o con los cambios de postura. Sus síntomas suelen ser de menor intensidad y aparecer y evolucionar de manera progresiva y se puede acompañar de síntomas neurológicos como diplopía, ataxia, parálisis facial y disartria, entre otros.
Los resultados de un estudio publicado en la revista Archives of Internal Medicine sugieren que los mareos y el vértigo son frecuentes en la población, con una prevalencia de 23% y una incidencia aproximada del 3%. Los diagnósticos más frecuentes fueron vértigo posicional paroxístico benigno (28,2%) y migraña vestibular (28,2%), seguidos de enfermedad de Ménière (13,8%), trastornos de origen vascular (5,7%), mareo subjetivo crónico (4,6%) y neuritis vestibular (4%).
En general, “la mayoría de los problemas que afectan al sistema vestibular suelen tener una causa benigna y evolucionar de manera favorable, aunque durante la fase aguda de los episodios, y según el tipo de vértigo, existen fármacos que pueden ayudar a mitigar los síntomas”, en palabras del experto de la SEMG.