La DA aúna tres alteraciones que son factores de riesgo cardiovascular por sí solas: aumento de triglicéridos, descenso de colesterol HDL y presencia de partículas de LDL especialmente aterogénicas por ser más pequeñas y densas de lo habitual.Además, se ha demostrado que la dislipemia aterogénica se asocia a un peor pronóstico en pacientes con Covid-19.
“Aún con colesterol LDL normal, con unos triglicéridos de entre 100 y 149 mg por dl, existe ya riesgo de enfermedad arteriosclerótica subclínica. Además, el riesgo de enfermedad arterial periférica y de enfermedad cerebrovascular se multiplica por 5 cuando el colesterol remanente es superior a 58 mg por dl”, asegura Jesús Millán, Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y coordinador del Grupo de DA de la SEA.
Señal de alarma
El colesterol remanente puede ser señal de alarma y anunciar la posibilidad de que se produzca una complicación cardiovascular, independientemente de que esté controlado el colesterol LDL. Se trata de todo aquel colesterol que no es ni LDL ni HDL y es posible estimarlo de forma indirecta en la práctica clínica. En este sentido, “como médicos, hemos de ser más incisivos en la búsqueda de ese riesgo residual en nuestros pacientes. Tenemos que buscarlo para poder personalizar los tratamientos de cada enfermo, y no tratar a todos por igual únicamente con estatinas”, advierte Pablo Pérez, responsable de la Unidad de Lípidos del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba.
“El colesterol residual nos ayuda a predecir el riesgo de que ese paciente tenga un evento cardiovascular, por eso hay que estar atentos a ello, adelantar la evaluación, el diagnóstico y el tratamiento lo antes posible”, insiste Pérez.
Para Millán, “ese es el gran reto que tenemos. Actualmente, no detectamos bien la dislipemia aterogénica y, por tanto, no podemos tratarla bien. No manejamos bien el riesgo residual incluso en pacientes bien tratados de hipercolesterolemia o su dislipemia LDL dependiente”.
En cuanto al tratamiento de la DA, “muchas veces debe ser combinado: porque presenta un aumento de colesterol, que sí requiere de la estatina, pero también aumento de triglicéridos, que requeriría otro fármaco. Estos tratamientos combinados ni se utilizan precozmente ni de forma intensa”, advierte Millán.
La mejor prevención para la DA y el resto de riesgos cardiovasculares es, sin duda, llevar un estilo de vida cardiosaludable y controlar el peso corporal. La SEA invita a todos los ciudadanos a seguir sus recomendaciones de estilo de vida y a visitar a su médico de Atención Primaria para un correcto seguimiento. La SEA pone a la disposición de los equipos médicos su Guía clínica para la detección, diagnóstico y tratamiento de la DA en Atención Primaria.