La obesidad se “contagia”
“Si una persona sufre obesidad, es más probable que las de su entorno pasen a padecer también obesidad, ya sea en un entorno de amistad, de lazos de pareja o de zona de residencia”, según afirma Alberto Goday Arno, jefe de Seccion de Endocrinologia del Hospital del Mar (Barcelona) y presidente de la Fundación SEEDO.
Este experto, que también es investigador del CIBERobn/Instituto Mar Investigaciones Médicas y profesor titular de Endocrinología de la Univeridad Autónoma de Barcelona, reconoce que “a priori, obviamente, la obesidad no es una de las enfermedades que calificamos como contagiosas”. No obstante, como continúa explicando, “en su diseminación a modo de pandemia, sigue algunas caracteristicas similares a las enfermedades infecto-contagiosas”.
Esto, que tiene importantes connotaciones negativas, también ofrece nuevas posibilidades de intervención. “Si somos capaces de conocer los mecanismos de transmisión de la obesidad, seremos capaces de prevenir en cierto grado esta terrible pandemia”, destaca este experto, quien recalca que “gran parte de la solución a este problema radica en buscar activamente las vías de diseminación e interrumpirlas de forma eficaz”.
Junto a estas medidas, los expertos también consideran que es posible y muy beneficioso aprovechar este ‘efecto de contagio’ de la obesidad para potenciar la eficacia de los tratamientos. “Hemos demostrado que algunos tratamientos para la obesidad son así mismo ‘contagiosos’”, según Goday. A modo de ejemplo, señala que cuando se trata a un individuo con una dieta mediterránea encaminada a la pérdida de peso, se ha observado como su entorno más cercano también mejora su calidad alimentaria y adelgaza.
Por tanto, como resume Albert Goday, “el esfuerzo que aplicamos para tratar la obesidad de una persona beneficia también a su entorno”. Sin duda, reconoce, “este es un mensaje muy positivo para las personas que sufren obesidad, y que hacen grandes esfuerzos para perder peso: tu esfuerzo no solo conseguirá que mejore tu salud, tambien la de las personas de tu entorno familiar”.
Y, además, la COVID-19
Esta máxima resulta aún más importante en estos momentos, “dado que la pandemia ha sido la tormenta perfecta para que empeore la obesidad en nuestro país”, admite el presidente de la Fundación SEEDO, quien apunta que “la mayoría de las personas han aumentado alrededor de 3 kg durante la pandemia, y en las personas con problemas de obesidad grave el aumento ha sido mucho mayor”. Además, según resalta, “en una enfermedad en la que es fundamental la relación frecuente y directa con el médico, esta vinculación ha quedado interrumpida durante este periodo de tiempo”.
Se considera que la obesidad no solo sigue a la cola de las prioridades en atención sanitaria, sino que la pandemia de COVID-19 la ha relegado aún más. A modo de detalle, como comenta Goday, “en las campañas de vacunación, aun conociendo que la obesidad es un factor de riesgo para sufrir complicaciones graves de COVID, se priorizaron en el calendario de vacunación a otros muchos grupos de riesgo”.
Obesidad infantil, el tsunami que viene…
“En el momento actual vivimos una pandemia de obesidad infanto-juvenil, que la crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha agravado de forma muy significativa”, asegura el Gilberto Pérez López, del Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid
Antes de la pandemia, y a pesar de que las cifras seguían siendo preocupantes respecto a la prevalencia de la obesidad infantil, estudios como el ALADINO 2019 indicaban cierta estabilización de las cifras. Pero, a juicio del coordinador del grupo de trabajo de obesidad infantil y en la adolescencia de la SEEDO, “todo ha cambiado tras el confinamiento y empeorado en el último año”; según Gilberto Pérez, “la percepción en consultas es clara: observamos un empeoramiento de la ganancia ponderal de niños y adolescentes, así como un aumento de los casos de obesidad grave”.
El estudio ALADINO 2019 mostraba que la prevalencia de sobrepeso es del 23,3% y la prevalencia de obesidad del 17,3% en la población infantil española de 6 a 9 años, según los estándares de situación ponderal de la OMS. Dentro de la obesidad, un 4,2% de los escolares estudiados presentaban obesidad grave.
Estos datos, que ya eran malos (a pesar del cierto estancamiento de las cifras apreciado antes de la pandemia), se tornan ahora aún más preocupante. Un estudio reciente de la plataforma de seguridad y bienestar digital para familia, ‘Qustodio’, deja hallazgos para la reflexión, y confirma las causas del repunte en las tasas de obesidad infantil y en la adolescencia: mayor tiempo de uso de pantallas (ordenador, móvil, tablet), menor tiempo de actividad física (30% de los niños pasan menos de 1h diaria al aire libre), lo que se traduce en que el 72% aproximadamente realiza menos actividad física que antes de la pandemia. Y, como añade el experto de SEEDO, “los hábitos de consumo también han cambiado, favoreciendo el ambiente obesógeno”.
Perfil de los nuevos pacientes
El ‘tsunami’ de la obesidad afecta con especial crudeza a los adolescentes, con importantes complicaciones de salud para el futuro. “Se estima que el aumento de la prevalencia de obesidad en este tramo de edad (12-18 años) aumenta el riesgo de obesidad en la etapa adulta un 80%”, según Gilberto Pérez.
Básicamente, son 4 los rasgos característicos que muestra este fenómeno: 1) es explosivo, por la aceleración de la ganancia de peso durante la pandemia; 2) se ha agravado tras las medidas restrictivas durante y después del confinamiento; 3) se ha mantenido en el tiempo, debido a factores socio-económicos que afectan a las familias; 4) todo esto ha servido de catalizador en el empeoramiento del problema de base que ya suponía la obesidad infantil y juvenil en nuestro medio.
Ante este desolador panorama, hay margen para la esperanza y el optimismo. “La clave está en controlar los factores multidimensionales que influyen en el desarrollo de la obesidad en la infancia y adolescencia”, señala Gilberto Pérez, quien subraya especialmente “la importancia de que la familia esté concienciada y comprometida con un cambio real para obtener resultados”. Los factores individuales son responsabilidad del niño y su familia (dieta, actividad física, horas de sueño y tiempo en pantalla, ejemplo de los padres…), “mientras que algunos otros factores relevantes dependen de los organismos públicos y de las políticas que implementan”, apostilla este experto.