La metodología utilizada se ha basado en el examen de los datos científicos publicados desde el 1 de enero de 1996 y el 31 de enero de 2011 sobre la eficacia, ventajas e inconvenientes de los diferentes enfoques nutricionales que se han utilizado en la prevención y el tratamiento de la obesidad.
Prevención
Las conclusiones más destacables del documento de consenso en lo que se refiere a la prevención rompen con creencias habitualmente establecidas como la de que los adultos que no desayunan tienen mayor riesgo de sobrepeso y obesidad –el consenso afirma que las investigaciones sobre este tema son «controvertidas e inconsistentes»- al igual que las afirmaciones de que tomar aperitivos se asocia con el incremento de peso.
Se ha determinado con un grado de evidencia del nivel 1+ (el más alto) el hecho de que la ausencia de supermercados con disponibilidad de frutas y hortalizas o su ubicación a grandes distancias, sobre todo de núcleos humanos con niveles socioeconómicos desfavorecidos, son factores condicionantes de un mayor IMC medio poblacional. Es decir, existen ambientes obesogénicos.
Otros de los factores que se ha vinculado con la obesidad es el comer fuera de casa. Se ha otorgado un GE de 1+ al hecho de que consumir fast-food más de una vez por semana puede contribuir al incremento de la ingestión energética y, por tanto, a la ganancia de peso.
En cuanto a los patrones alimentarios, el consenso otorga un GE de 2- al posible papel de la dieta mediterránea en la prevención del sobrepeso y la obesidad, mientras que las evidencias de que una mayor adherencia a la dieta mediterránea podría prevenir el aumento del perímetro abdominal tiene un GE de 2+. Las dietas vegetarianas sí están asociadas, en adultos sanos, con IMC menores.
En cuanto a los nutrientes, el consenso recomienda que las dietas para adultos sanos que pretendan prevenir la ganancia de peso deben contar con una presencia importante de hidratos de carbono complejos (recomendación grado C). Con respecto a las grasas, las evidencias muestran que no es tan importante la cantidad de grasas que se ingieren en la dieta como su proporción en la misma, así como su composición. En la recomendación para prevenir la ganancia de peso en adultos sanos resulta de mayor importancia el control de la ingesta energética total, que el de la ingesta de grasas totales (recomendación grado C). En el apartado de proteínas, la recomendación basada en la evidencia es limitar el consumo de carne y productos cárnicos. Una alta ingesta de fibra en el contexto de una dieta rica en alimentos de origen vegetal se asocia con un mejor control del peso corporal en adultos sanos (GE de 2++).
Un consumo alto de frutas y hortalizas está asociado a un menor incremento del peso en adultos a largo plazo (GE 2+). En cuanto a los cereales integrales, se ha comprobado que su consumo está asociado a menores índices de IMC (2+).
El consenso recomienda limitar el consumo de bebidas azucaradas dado que puede conducir a una mayor ganancia de peso con el tiempo (recomendación grado A) ya que el consumo frecuente de bebidas azucaradas está asociado con índices de masa corporal mayores (2+).
La evidencia no muestra efectos del consumo de aceite de oliva o frutos secos como parte de la dieta en la ganancia de peso.
Tratamiento
Asimismo, el Consenso contiene un análisis exhaustivo de las diferentes dietas que, a lo largo de los últimos quince años han tenido mayor auge y seguimiento entre los consumidores, destacando como veremos a continuación su grado de evidencia científica y recomendación.
En relación con las dietas hipocalóricas, consideradas las que presentan una reducción energética de la dieta de 500-1000 kcal, se ha recopilado un GE +1 que establece una pérdida de peso de entre 0,5 y 1 kg/semana, equivalente a un 8% de pérdida de peso en un periodo promedio de 6 meses.
Este documento de consenso cuenta también con un análisis pormenorizado de la evidencia existente comparando las dietas bajas en grasas con aquellas dietas bajas en hidratos en carbono. En este sentido se ha establecido que una dieta baja en hidratos de carbono consigue una mayor pérdida de peso a corto plazo alrededor de 6 meses con un GE de 1++. Aunque a largo plazo (1 año o más) una dieta baja en hidratos de carbono comporta una pérdida de peso similar a las que se alcanza con dieta baja en grasas, con un GE de 1+. También se puntualiza, con un GE de 2++, el hecho de que las dietas bajas en hidratos de carbono ocasionan más efectos adversos que las dietas bajas en grasas.
En lo relativo a la dieta mediterránea, este consenso establece que no existe suficiente evidencia científica que indique que la dieta mediterránea, en condiciones isocalóricas, origine una mayor pérdida ponderada que otros tipos de dieta en el tratamiento de la obesidad
Para finalizar, el análisis de los distintos tipos de dietas existentes o de mayor relevancia en la actualidad, este consenso también ha analizado las denominadas dietas de sustitución de comidas. En este caso la GE de 1- constata que la utilización de sustitutos de una o más comidas por preparados comerciales puede facilitar el seguimiento de una dieta hipocalórica de manera correcta, favoreciendo, en este caso tanto la pérdida de peso como el mantenimiento del peso perdido. Este efecto beneficioso es mayor cuando se emplean en el contexto de tratamientos estructurados que incluyan pautas de ejercicio, educación y modificación de la conducta alimentaria.
Para descargar el documento se puede acceder desde este enlace o en el de abajo.