Tras la rehabilitación en estos pacientes, el 47% de los enfermos mejora entre las primeras semanas y el 17% a los 2-4 meses. Sin embargo, una de las principales consecuencias de la disfagia es la desnutrición. De hecho, la prevalencia de desnutrición aumenta tras el ictus de un 12% en el momento del diagnóstico hasta llegar a un 50% en enfermos con estancias prolongadas o en rehabilitación. La presencia de desnutrición empeora el pronóstico vital, aumenta las complicaciones y disminuye la recuperación funcional .
“La DO puede poner en riesgo a la persona que la padece, ya que si no se ponen medidas para facilitar una deglución segura se pueden producir consecuencias graves para su salud. Las principales complicaciones son la desnutrición (presente hasta en un 50% de los pacientes), la deshidratación, así como complicaciones respiratorias y neumonía por aspiración. Se trata de una patología multifactorial, asociada con múltiples comorbilidades y causante de multitud de complicaciones nutricionales y respiratorias. En su tratamiento, es importante tener en cuenta un enfoque multidimensional”, explica Pere Clavé, jefe de la Unidad de Exploraciones Funcionales Digestivas y Director Científico del Hospital de Mataró.
Tal y como destaca Clavé, “es importante asegurar un buen tratamiento nutricional en los pacientes con disfagia, entre ellos, una dieta personalizada con texturas concretas y un aporte calórico, proteico e hídrico adecuado. Esto se consigue mediante la triple adaptación de la dieta: a) adaptación de la textura de los sólidos y de la viscosidad de lo líquidos; b) adaptación del contenido calórico y proteico; y c) palatabilidad, gusto y sabor para proporcionar calidad de vida. El uso de espesantes y suplementos con la adecuada viscosidad para pacientes con disfagia contribuyen a disminuir el riesgo de broncoaspiración y garantiza una deglución segura”.