Reducción del uso de psicofármacos en pacientes con demencia institucionalizados

Se estima que el 70% de los pacientes con demencia toman uno o más psicofármacos cuyo uso puede llevar a una disminución de la capacidad cognitiva, rigidez o somnolencia, y dar lugar a complicaciones como la neumonía.

La demencia es una enfermedad degenerativa que provoca pérdida de la función cerebral y que con mucha frecuencia trae aparejados síntomas psicológicos y conductuales como agitación, irritabilidad, trastornos del sueño, alucinaciones o agresividad, lo que provoca que con asiduidad se recurra a psicofármacos para paliar la intensidad de estos síntomas. No en vano, se estima que el 70% de los pacientes con demencia toman uno o más psicofármacos, cuyo uso para tratar los síntomas psicológicos conductuales relacionados con la demencia puede llevar a una disminución de la capacidad cognitiva, rigidez o somnolencia, y dar lugar a complicaciones como la neumonía.

Ahora un estudio observacional y multidisciplinar liderado por farmacéuticos de atención primaria (FAP) ha demostrado cómo una intervención basada en evidencia, con la creación de la una guía farmacoterapéutica por un equipo multidisciplinar y la revisión de la medicación centrada en el paciente podría reducir considerablemente el uso de psicofármacos en pacientes institucionalizados con demencia.

Concretamente, según la investigación liderada por Mireia Massot, miembro de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP) y FAP del Instituto Catalán de la Salud, y publicada el pasado mes de enero en la revista BMC Geriatrics, la intervención redujo en un 28% de media la prescripción de fármacos psicotrópicos en pacientes institucionalizados con demencia. Por tipo de medicamentos, los antipsicóticos fueron los que presentaron una reducción más acentuada (49,66%), seguidos de los inhibidores de la acetilcolinesterasa y la memantina (28,57%) y los antidepresivos (28,48%).

Esta reducción también fue significativa en el número promedio de psicofármacos prescritos por paciente, que disminuyó desde 2,71 del inicio del estudio hasta los 2,01 a los 6 meses de la implantación del nuevo protocolo.

Una guía multidisciplinar como punto de partida
El estudio publicado en BMC Geriatrics partió de la elaboración de una guía por un equipo multidisciplinar formado por un neurólogo, un psiquiatra, un geriatra, un psicogeriatra, dos médicos de familia y cuatro farmacéuticos, que diseñaron las pautas terapéuticas para el tratamiento farmacológico y no farmacológico de los síntomas psicológicos conductuales relacionados con la demencia.

A partir de la elaboración de la guía, un equipo compuesto por médico y farmacéutico concertó entrevistas con las residencias para explicar el proyecto y establecer reuniones conjuntas con el médico y la enfermera de las mismas con el fin de revisar la medicación aplicando los principios de la guía. Para ello se realizó un diagnóstico de situación del paciente en el que se valoraron su estado cognitivo, las comorbilidades y su fragilidad para, finalmente, tomar la decisión de continuar o no con la prescripción de una manera conjunta entre todos los profesionales implicados.

“La revisión de la medicación fue centrada en cada paciente y obtuvimos unos resultados muy buenos. La inercia terapéutica y la fragmentación del sistema, a veces, conducen a la polimedicación. Y otro factor a tener en cuenta es que deprescribir un psicofármaco no siempre es fácil porque los médicos suelen ser reacios por temor a una descompensación de los pacientes”, reflexiona Massot.

Para Mireia Massot la revisión de la medicación “es importante porque te hace parar y reflexionar sobre si todos los medicamentos que tiene prescritos un paciente continúan estando indicados o son adecuados para su estado actual”, ya que como explica la miembro de SEFAP los pacientes cumplen años, se producen cambios fisiológicos, hay fármacos que no son aconsejables a partir de determinada edad, y no se puede exigir el mismo nivel de objetivos terapéuticos ni la misma intensidad terapéutica a pacientes de 40 que de 90 años.

La revisión, además, adquiere más importancia si cabe en el caso de los psicofármacos, ya que según Massot “aumentan el deterioro cognitivo de los pacientes” y, tal y como apuntan algunos estudios, aumentarían las tasas de mortalidad cuando su utilización se extiende por un periodo superior a 12 meses.

Precisamente en este aspecto, el de la revisión de la medicación, la autora de la investigación quiere destacar por último el importante papel que juegan los FAP: “Diferentes estudios demuestran que al incluir al farmacéutico de atención primaria dentro de un equipo multidisciplinar se aporta un valor añadido en la revisión de la medicación y se obtienen resultados positivos”.

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