El impacto de la depresión sobre la población trabajadora y, por tanto, sobre la empresa, conlleva consecuencias profesionales, sociales y económicas. La depresión se relaciona con menor productividad, absentismo y presentismo laboral, mayor riesgo de desarrollar otras enfermedades, ya sean mentales o físicas, incremento del uso de los servicios sanitarios, un mayor número de accidentes y jubilación anticipada, tal y como se ha puesto de manifiesto en la jornada “Avanzando en Depresión en Atención Primaria”, organizada por Lundbeck y que ha contado con la participación de cerca de 400 profesionales de atención primaria.
Como explica Jerónimo Saiz, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, “el trabajador tiende a ocultar los síntomas de la depresión, especialmente por el estigma que aún hoy persiste de culpabilizar al enfermo. Además, el miedo a ser despedido fomenta el fenómeno del presentismo, es decir, el paciente con depresión está en su puesto de trabajo pero no es capaz de realizar las tareas que tiene asignadas porque la enfermedad no se lo permite. Trata de que no se le etiquete como un mal trabajador, pero su rendimiento no es bueno, esto incrementa su desvalorización y auto-reproche”
Síntomas cognitivos y funcionalidad
Aproximadamente, el 80% de la pérdida de productividad debida a la depresión puede atribuirse a una inadecuada capacidad en la ejecución de las tareas más que a la ausencia del puesto de trabajo . En este sentido, se ha infravalorado la importancia de los síntomas cognitivos en la depresión, uno de los síntomas residuales más prevalentes que persisten tras la mejoría de la enfermedad pero siguen limitando la actividad habitual del paciente: dificultades de atención y concentración, de memoria, de toma de decisiones y planificación, de agudeza mental y velocidad de pensamiento.
Según Miquel Roca, catedrático de Psiquiatría en la Universidad de las Islas Baleares, “la recuperación funcional en depresión es esencial porque implica no solo la remisión de los síntomas sino también de la capacidad de adaptación a las necesidades personales, familiares, sociales o laborales de la persona. Y que, además, esta recuperación sea estable, se mantenga en el tiempo. Por ello se ha convertido en un objetivo central de la evaluación de la enfermedad y de la eficacia de los tratamientos. Conviene recordar que la depresión es un cuadro complejo, que presenta síntomas afectivos, físicos, cognitivos..., en definitiva es una enfermedad de límites en ocasiones imprecisos pero de una alta prevalencia y un impacto individual, familiar, social y económico muy relevante. Es una de las primeras causas de discapacidad y así lo ha reconocido la OMS".
El objetivo terapéutico de la depresión, en la actualidad, persigue que el paciente recupere la funcionalidad, de modo que pueda desempeñar las tareas de su día a día como lo hacía antes de la enfermedad. Por ello, resulta crucial prestar atención a la presencia de síntomas cognitivos, con el fin de detectarlos y tratarlos en beneficio de la calidad de vida del paciente, pero también de las empresas. No en vano, abordar correctamente la depresión y facilitar la reinserción redunda en la productividad empresarial. Y es que los costes de tratar la depresión son mucho menores que las consecuencias de no hacerlo .
Sin embargo, alrededor del 50% de los pacientes no llega a ser tratado correctamente La clave del adecuado tratamiento de la depresión radica en la detección precoz, fundamental para el mejor pronóstico de esta enfermedad, caracterizada por síntomas afectivos, cognitivos y somáticos, además de presentar altas tasas de recurrencia y tendencia a la cronificación.
Atención Primaria
Según destaca Antonio Madueño, médico de familia y psicólogo del Centro de Salud La Laguna, en Cádiz, y coordinador del grupo de trabajo Salud Mental de la Sociedad Andaluza de Medicina Familiar y Comunitaria (SAMFyC), “el papel del médico de familia es determinante tanto en la promoción de hábitos beneficiosos para la salud mental del individuo y su entorno cercano, la sospecha y detección precoz de sintomatología depresiva, diagnóstico de depresión frente a trastornos adaptativos, un correcto tratamiento farmacológico, adecuado a cada caso, y la coordinación con otros profesionales, como la enfermería comunitaria, trabajo social, psicología comunitaria, o, si procede, con psiquiatría de referencia”.