Como explica Josep Antoni Ramos-Quiroga, jefe del Servicio de Psiquiatría de Vall d’Hebron, “trabajos previos muestran que la terapia asistida con perros puede ser útil para mejorar algunos de los síntomas del autismo, la esquizofrenia o la depresión. Por eso decidimos incorporar esta terapia para el síndrome alcohólico fetal”. Además, según Ramos-Quiroga, quien también co-lidera el Grupo de Psiquiatría, Salud Mental y Adicciones de Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR), “pondremos en marcha el primer ensayo clínico que se hace en el mundo para evaluar la eficacia de esta terapia en el síndrome alcohólico fetal”.
Los niños y adolescentes que presentan esta patología tienen muchas dificultades para adaptarse a la vida cotidiana. “Los daños en el cerebro provocan que tengan dificultades en el control emocional o el pensamiento abstracto, ingenuidad e incapacidad para entender las normas sociales o los dobles sentidos, o déficits en las habilidades de la vida diaria y sociales, comenta Nuria Gómez, psiquiatra y responsable del Programa del Síndrome Alcohólico Fetal de Vall d’Hebron. Por ejemplo, sufren ataques de rabia, tienen conductas de riesgo o pueden irse con cualquier desconocido por la calle”. Se trata de problemas que también arrastran durante la vida adulta.
Una conexión rápida y muy emocional
Nuria Gómez es la encargada de decidir qué pacientes son más adecuados para esta terapia, que se lleva a cabo en colaboración con la Fundación PROBITAS. Junto con Raquel Vidal, psicóloga clínica del programa, escogen cuáles son los objetivos a trabajar con cada niño, como las habilidades sociales, la autoestima, la lógica, la impulsividad o la psicomotricidad.
Trabajar la impulsividady la ansiedad son dos objetivos habituales. De este modo, la técnica especialista en perros prepara ejercicios como que el niño tire una pelota al perro, hecho que le obliga a esperar y a contar hasta tres, o que el niño abrace al perro, sienta su corazón e inspire y espire profundamente para reducir la ansiedad. También se puede trabajar la lógica, como cuando en el niño se le presentan cuatro recipientes diferentes (una copa, una taza, un bol con agujeros en la base y un bol sin agujeros) para que escoja el más adecuado para dar agua al perro. “Así se trabajan los objetivos en concreto, y también se mejora la autoestima y la seguridad del paciente, que ve cómo es capaz de llevar a cabo los ejercicios”, señala Raquel Vidal.
“Los pacientes están encantados —añade Nuria Gómez—. Son niños y adolescentes que conectan muy rápidamente con los animales. La relación con los perros no es tan complicada como la que mantienen con los adultos, no está mediada por el lenguaje o las normas de los adultos. Las reglas son más sencillas y, además, la relación presenta un elevado contenido emocional, hecho que ayuda a establecer la conexión”. De todos modos, Nuria Gómez remarca que “se trata de una terapia, no sólo de jugar con un perro, y por eso hay que trabajar con los animales en un contexto terapéutico y con expertos”, añade.
Primera fase: sesiones individuales
Actualmente, las sesiones con los perros (Laica, que es una golden retriever; Buba y Menta, dos labradores; y Bamba, una cavalier King Charles) son individuales, con un único paciente en cada sesión y dos perros. “Así, los niños y los perros se conocen mutuamente”, explica Raquel Vidal. Las sesiones tienen una duración aproximada de 30 minutos. Cuando el niño o el adolescente entra en la consulta, hay dos perros en cada sesión, que lo esperan sentados en dos sillas para iniciar la terapia.
En una fase posterior, se iniciarán las sesiones grupales, donde participarán dos perros y varios pacientes. Este tipo de terapia está muy enfocada a “trabajar las habilidades sociales entre los pacientes —comenta Nuria Gómez. Uno de los problemas más importantes en estos niños y adolescentes es el déficit en la cognición social, es decir, presentan problemas para entender las normas sociales habituales”. Concretamente, en cuanto a la cognición social, uno de los síntomas más característicos de los pacientes con síndrome alcohólico fetal es la ingenuidad. “Tienen una ‘teoría de la mente’ deficitaria, es decir, les cuesta mucho saber qué piensan y sienten las otras personas. No entienden las bromas o los dobles sentidos —añade Nuria Gómez. Gracias a la presencia de los perros, esperamos que los pacientes estén más predispuestos a la interacción y aprendan a distinguir y entender las emociones del resto de las personas”.
Más de 300 pacientes en tres años
Como explica la Dra. Nuria Gómez, el síndrome alcohólico fetal “afecta los niños, pero también a sus familias, que tienen que adaptarse a las necesidades de sus hijos”. En el Hospital Universitari Vall d’Hebron se hace un seguimiento multidisciplinario de estos casos, con la colaboración del Servicio de Psiquiatría, el área de Genética y los servicios de Neurología, Radiología y Neurofisiología. Los servicios de Oftalmología y de Endocrinología también participan valorando posibles complicaciones. En Vall d’Hebron ya se han tratado más de 300 niños y adolescentes con esta patología en los últimos tres años.
Por otro lado, Vall d’Hebron también incorporará la terapia asistida con perros en el tratamiento del autismo y la parálisis cerebral. Cómo explica Josep Antoni Ramos-Quiroga, “son dos patologías en las cuales puede ser muy útil el trabajo con animales. Los perros son ‘facilitadores’ del trabajo de los psiquiatras y los psicólogos, puesto que ayudan a que los pacientes expresen y entiendan mejor sus emociones y, en el caso concreto de la parálisis cerebral, les motivan a moverse”.