Los pacientes con DCA son personas que estando previamente sanas sufren una lesión cerebral en algún momento de su vida lo que da lugar a un menoscabo de su salud y calidad de vida. Las causas más frecuentes de daño cerebral son los ictus y los traumatismos craneoencefálicos. Otras causas de lesión cerebral son los tumores y las encefalitis.
Las secuelas por DCA son múltiples, y dependiendo de la gravedad y de la zona afectada se manifiestan en trastornos de la movilidad, de la comunicación, déficit cognitivos y alteraciones de la conducta. Esa mezcla de secuelas imposibilita la realización de alguna actividad básica de la vida diaria en un 60% de los casos. En un 45% la discapacidad es grave o total.
Para recuperar esas funciones perdidas, los pacientes participan de programas de rehabilitación en los que se trata de restaurar o compensar, dentro de las posibilidades de cada paciente, las funciones que se han perdido. Este tipo de rehabilitación suele ser larga y cuando los pacientes obtienen el alta médica ya están cansados de trabajar con ejercicios rutinarios. Sin embargo, la práctica de un deporte motiva mucho a las personas con daño cerebral, ya que les divierte, a la vez que les ayuda. En este sentido, la práctica de deporte es una magnífica alternativa para dar continuidad a la rehabilitación y para facilitar la participación social.
El deporte adaptado perfecciona el esquema motor, el equilibrio, la coordinación, la resistencia a la fatiga, la velocidad y la fuerza, repercutiendo positivamente en la autonomía y funcionalidad. Si una persona mejora la velocidad y el equilibrio, acabará mejorando la marcha y el tipo de actividades que puedan desarrollar en la vida diaria.
El especialista de Aita Menni pone como ejemplo que «la natación hace que integren las cuatro extremidades en la práctica del deporte» y explica, a este respecto, que «muchos con dificultades para andar por deformidades en los pies, al nadar, desarrollan y mejoran partes del cuerpo que hasta entonces no usaban». Asimismo, Olmo subraya que los pacientes, al practicar ciclismo, «cogen el manillar con las dos manos, consiguiendo mayor estimulación neuromuscular».
«Un claro ejemplo de mejora en la autonomía es cuando se disponen a cruzar un paso de cebra de cuatro carriles, ya que muchos no cruzan solos por miedo a que no les de tiempo y se ponga el semáforo en rojo. El deporte adaptado les estimula para hacer esfuerzos extras y por consiguiente ganar, por ejemplo, la velocidad suficiente para atreverse a cruzar la vía», asegura.
El especialista señala, además, que es importante adaptar los retos a la capacidad de la persona. «Si las personas afectadas ven que pueden seguir y tirar para adelante se animan y siguen haciéndolo; de lo contrario, si les pones algo muy complicado y ven, por ejemplo, que la pelota de tenis está siempre en el suelo se van a cansar».
Las modalidades deportivas que pueden adaptarse a las características de estas personas son muy variadas: tenis de mesa, voleibol, natación, bádminton, senderismo, ciclismo, o boccia, un tipo especial de petanca. La adaptación, en el caso del tenis de mesa, se hace usando palas más grandes o pelotas más lentas para facilitar la continuidad del juego. En el caso de ciclismo se utilizan bicicletas especiales.
El deporte tiene que estar adaptado a las características físicas de los afectados para que puedan desempeñarlo sin ningún problema. En esta línea, Olmo subraya que, «a la hora de practicar deporte es muy importante hacer grupos homogéneos y adaptar muy bien el deporte y sus necesidades así evitas frustraciones».