De hecho, las enfermedades crónicas frecuentemente se asocian con disfunciones sexuales, tanto relacionadas con factores físicos como emocionales o psicológicos. "Como médicos y médicas de familia debemos poner nuestros conocimientos de medicina al servicio de los pacientes, sobre todo en momentos de enfermedad, y explicar por ejemplo a una persona con Parkinson cómo tomar la medicación para que en el momento de la actividad sexual el temblor o rigidez sea menos intenso, o recomendar a una persona con EPOC grave que antes del sexo haga media hora de oxígeno y un broncodilatador, o enseñar técnicas de bajo coste para pacientes con cardiopatía, o posturas para pacientes con fractura de cadera o embolia", señala Clotet.
Casi todos los medicamentos tienen efectos sobre la sexualidad, pero tener una patología crónica no significa tener que renunciar al sexo, sino adaptarse a la nueva situación. "Hay que preparar el momento, elegir la hora del día en la que se tenga más energía y menos molestias, ajustar la medicación para que sus efectos faciliten la actividad sexual y huir de los mitos y las falsas expectativas: tanto si eres un hombre como una mujer, el sexo no es sólo penetración o orgasmo; los abrazos, las caricias, la aproximación afectiva ... también pueden formar parte de la vivencia de la sexualidad", concreta.
En este sentido, Clotet destaca que a pesar de toda la información que hay, "realmente hay mucha desinformación sexual, y nos movemos entre dos extremos: el sexo pornográfico, y el sexo romántico". Necesitamos formación entre los propios médicos para huir de patrones erróneos y para saber hablar de sexo con nuestros pacientes.
Las consultas más habituales en los chicos jóvenes son la eyaculación precoz y la disfunción eréctil. En las mujeres las consultas son por trastornos como anorgasmia o falta de deseo, que también es motivo de consulta entre los hombres.