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La disfunción sexual causa el 36% de los abandonos del tratamiento antipsicótico

Entre el 30 y el 70 % de los pacientes con tratamiento antipsicótico durante un largo periodo de tiempo padece hiperprolactinemia, que puede causar disfunción sexual, galactorrea o infertilidad, entre otras consecuencias.

Expertos han analizado la relación entre la vida sexual y el uso de antipsicóticos a partir de las recomendaciones establecidas en el Consenso Español sobre Riesgos y Detección de Hiperprolactinemia inducida por antipsicóticos, un documento avalado por la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental con el patrocinio científico de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB) y el apoyo de la Alianza Otsuka-Lundbeck. La ponencia se ha realizado en el marco del IX Curso Internacional de Sexualidad y Salud Mental, la salud sexual en la persona, recientemente celebrado en Salamanca.

Ángel Luis Montejo, director científico de la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental (AESexSAME) y psiquiatra del Hospital Universitario de Salamanca, destaca que, al contrario de lo que se cree, las personas con psicosis consideran importante su vida sexual. Una vida sexual satisfactoria mejora la calidad de vida e integración de las personas con esquizofrenia, mientras que las alteraciones en el área sexual repercuten negativamente en la evolución del cuadro psiquiátrico, lo que disminuye la autoestima y dificulta —aún más— la capacidad de relaciones íntimas.

Según Montejo, “diversos estudios apuntan que entre el 30 y el 70 % de los pacientes que reciben tratamientos antipsicóticos durante un largo periodo de tiempo padecen hiperprolactinemia”. Un trastorno que consiste en un aumento anormal de los niveles en sangre de prolactina (la hormona encargada de la producción de leche durante la lactancia) y que puede suponer repercusiones clínicas importantes, que abarcan desde problemas a corto plazo como amenorrea (ausencia de menstruación), infertilidad, disfunción eréctil o galactorrea (secreción espontánea de leche a través de los pezones en hombres y mujeres), hasta osteoporosis, problemas cardiovasculares, o incluso mayor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer o problemas cognitivos a largo plazo.

El 36% de los hombres y el 20% de las mujeres se hallan en riesgo de abandonar el tratamiento antipsicótico debido a la disfunción sexual, provocada por la hiperprolactinemia, con las consecuencias negativas que conlleva para su salud mental. Diversos estudios apuntan que las recaídas se asocian con una mala adherencia a la medicación. Este hecho es especialmente peligroso en los pacientes de primeros episodios psicóticos, donde uno de los principales objetivos del tratamiento es evitar que se produzca una segunda recaída.

Con el fin de evitar esta falta de adherencia, María Teresa Mories, endocrinóloga del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Salamanca sostiene que es recomendable que los psiquiatras realicen una historia clínica del paciente que incluya siempre su vida sexual y satisfacción emocional.

En cuanto a las consecuencias de la hiperprolactinemia a largo plazo, Juan Jesús Cruz, catedrático de Oncología de la Universidad de Salamanca, expone que “tal vez la hiperprolactinemia pueda aumentar el riesgo de cáncer de mama, aunque puntualiza que “este riesgo hay que ponerlo en contexto”. Asimismo, Javier del Pino, jefe del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario de Salamanca, también ha remarcado que “este trastorno influye sobre el riesgo cardiovascular y en el desarrollo de osteoporosis”.

Por todos estos motivos, los expertos en psiquiatría, endocrinología, medicina interna, reumatología y oncología participantes en el Consenso abogan porque se incluya la prolactina como parte de las analíticas rutinarias que se realizan a las personas con esquizofrenia/psicosis que reciben tratamiento con fármacos antipsicóticos. El documento especifica que en caso de que existan niveles de prolactina elevados (superiores a 50 ng/ml) o con repercusión clínica, es recomendable una intervención personalizada en el tratamiento para cada paciente, que puede consistir en una disminución de la dosis, un cambio de la terapia, o la adición de fármacos con demostrada capacidad para disminuir los niveles de esta hormona.

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