Enamorarse, cuestión de segundos
Gracias a los avances que se han producido en las técnicas de neuroimagen ha sido posible localizar gran parte de los circuitos cerebrales, las estructuras neuronales y los neurotrasmisores que hacen que nos enamoremos. En la última década, se ha publicado un importante número de estudios que han puesto al descubierto el papel que desempeñan varias partes de nuestro cerebro (el hipotálamo, la corteza prefrontal, la amígdala, el núcleo accumbens, el área tegmental frontal, etc.) en el amor. Estas investigaciones también apuntan a que tanto el amor como la fidelidad poseen una clara base neurológica, donde neurotransmisores como la adrenalina, la dopamina, la serotonina, la oxitocina, vasopresina, etc. son elementos fundamentales para comprender por qué nos enamoramos.
«Algunos de los trabajos más recientes han sido realizados por Stephanie Ortigue, quien estimó que hasta 12 áreas de cerebro humano están involucradas en el sentimiento del amor», según explica Jesús Porta-Etessam, director del Área de Cultura de la SEN. Stephanie Ortigue fue incluso un poco más allá al considerar que sólo tardamos medio segundo en enamorarnos -puesto que es el tiempo que tarda nuestro cerebro en liberar las moléculas neurotrasmisoras que generan las distintas respuestas emocionales- o que el sentimiento amoroso provoca alteraciones neuronales en áreas del cerebro relacionadas con la percepción, lo que puede explicar el hecho de que las personas enamoradas encuentren a su pareja mucho más especial que el resto.
Gracias también a la utilización de técnicas de neuroimagen, Helen Fisher determinó que la actividad neuronal es distinta según se trate de amor, apego a la pareja o deseo sexual, por lo que nuestro cerebro no se activa de igual manera en las relaciones duraderas que en las etapas iniciales de enamoramiento. Y, también, que el cerebro de los hombres y el de las mujeres experimentan el amor de forma distinta. «Mientras que los hombres, cuando se enamoran, parecen tener una mayor actividad en la región cerebral asociada a los estímulos visuales, en las mujeres se activan más las áreas asociadas a la memoria», señala Jesús Porta-Etessam.
Pero es probablemente Semir Zeki -quien recientemente estuvo por primera vez en España invitado por la SEN como ponente en los Cursos del Escorial- al que podemos considerar pionero en el estudio neurológico del amor. «Una de sus múltiples investigaciones al respecto muestra que tanto el amor como el odio estimulan algunas de las mismas regiones cerebrales. Pero mientras el amor parece inhibir parte de las zonas donde se procesan las ideas racionales, el odio las hiperactiva», comenta Jesús Porta-Etessam.
«Las técnicas de neuroimagen han permitido acercarnos al conocimiento de muchas de las conductas que caracterizan a los seres vivos. Estas investigaciones y otras muchas han sido posibles gracias al estudio de la actividad de las distintas zonas cerebrales, lo que ha permitido comprobar que el funcionamiento de la mente no sólo se limita a los procesos cognitivos. Además, gracias a la neuroimagen, hemos podido avanzar en el estudio de los múltiples problemas generados por las patologías neurológicas como ictus, demencias o parkisionismos», concluye Porta-Etessam.
Amor y salud cardiovascular
La Fundación Española del Corazón (FEC) recuerda que los vínculos afectivos que tenemos con nuestra pareja, amigos y familiares, mejoran la presión arterial, lo que ayuda a reducir los niveles de ansiedad, estrés y depresión, conocidos como «factores psicológicos del riesgo».
El entorno afectivo también ayuda a mejorar la respuesta ante tratamientos de enfermedades como el cáncer, la diabetes o las cardiopatías. Así lo demuestra un estudio llevado a cabo por la World Heart Federation en el que se demostró que las personas con unos fuertes lazos afectivos, mejoraban entre dos y cuatro veces su capacidad para reponerse de la enfermedad de la que estaban siendo tratados. Sin duda, el amor es positivo para nuestra salud y podría estar relacionado con el hecho de que, durante la fase del enamoramiento, el cerebro segrega hormonas como la oxitocina, la dopamina o la adrenalina, que protegen el sistema cardiovascular.
Miguel Ángel García Fernández, vicesecretario de la Sociedad Española de Cardiología, señala que «existe una clara relación entre nuestro estado de ánimo y la salud de nuestro corazón. Así, para prevenir enfermedades cardiovasculares, además de controlar la tensión, los niveles de colesterol, realizar ejercicio y seguir una dieta saludable, hemos de favorecer la presencia de sentimientos positivos reforzando nuestros lazos afectivos con nuestro entorno».
Por el contrario, otras investigaciones han demostrado que las personas con problemas sentimentales cuentan con una menor defensa cardiaca, es el caso del estudio Marital Stress Worsens Prognosis in Women With Coronary Heart Disease, llevado a cabo por el Instituto Karolinska de Estocolmo y que estudió a 600 mujeres de entre 30 y 65 años. Según destaca García Fernández, «el estudio fue esclarecedor y sorprendente, ya que se demostró que las mujeres con matrimonios muy estresantes tenían tres veces más riesgo de sufrir algún ataque cardiaco que las mujeres que vivían con una buena relación con su pareja». Dicha investigación concluyó que el estrés en el matrimonio provoca una progresión de la arteriosclerosis coronaria, con un aumento de la inestabilidad de las placas ateroescleróticas que favorecen la aparición de complicaciones cardiacas.