La incidencia y prevalencia de la IC ha aumentado en los últimos años hasta alcanzar niveles epidémicos, debido al envejecimiento de la población y a los avances médicos que consiguen una mayor supervivencia tras un infarto agudo de miocardio, así como a la mayor prevalencia de los factores de riesgo cardiovascular. Actualmente, la IC es la primera causa de hospitalización en los mayores de 65 años en España, y afecta en torno al 6,8% de la población de más de 45 años, llegando a estar por encima del 20% (una de cada cinco personas) en la década de los 80 años. Cada año, se diagnostican 100.000 casos nuevos en el mundo.
José Luis Lambert, presidente de la Sección de Insuficiencia Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología y miembro de la Fundación Española del Corazón, explica que, “la insuficiencia cardiaca, aunque puede ser un problema aislado, generalmente aparece como consecuencia de un daño o un sobreesfuerzo en el corazón, como puede ser una enfermedad coronaria, un infarto de miocardio o hipertensión, por el consumo de alcohol (aunque sea en cantidades consideradas bajas) o de otras drogas”. Además, “al aumentar el número de personas que sobreviven a una cardiopatía isquémica aguda, también aumenta el número de personas que vivirán con insuficiencia cardiaca crónica durante años”, añade Lambert.
Por sus características, la IC es una enfermedad altamente incapacitante, que limita la calidad de vida de las personas que la padecen. Así lo ha puesto de manifiesto un estudio multicéntrico recientemente publicado en Revista Española de Cardiología. Este desveló que los pacientes con insuficiencia cardiaca sufrían más limitaciones relacionadas con la movilidad, el dolor y la ansiedad o depresión, que aquellos pacientes con diabetes mellitus, cáncer o Alzheimer.
Son diversos estudios los que han demostrado los beneficios de seguir unos hábitos de vida saludables, incluso entre las personas que ya padecen alguna complicación cardiaca. Es el caso del reciente estudio publicado en The American Journal of Cardiology que muestra que un aumento moderado de la actividad física diaria (entre 1 y 89 minutos a la semana) reduce significativamente la mortalidad en pacientes con insuficiencia cardiaca, tanto por causa cardiaca como por todas las causas. Además, también apuntaba a que ver más de cuatro horas al día de televisión se asocia con mayor mortalidad por cualquier causa y que el sedentarismo en personas con IC duplica el riesgo de mortalidad por causa cardiaca. “Es también destacable que en los últimos años se han descubierto nuevos fármacos muy útiles en el tratamiento de esta enfermedad, que han conseguido que los enfermos vivan más y mejor, pero estos fármacos solo serán efectivos si se sigue correctamente el tratamiento y se cumplen las recomendaciones de dieta y ejercicio”, concluye Lambert.