La Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP) ha lanzado la campaña Un colegio, un botiquín, una adrenalina para concienciar sobre la necesidad de incluir al menos dos autoinyectores de adrenalina en los botiquines de los colegios. El objetivo es incidir en los riesgos que pueden correr los niños alérgicos en caso de sufrir una reacción anafiláctica y no contar con una atención precoz. Para ello se pondrán en contacto con las autoridades correspondientes y se organizarán sesiones de formación para personal educativo. “Sabemos de varios casos en los que los menores han fallecido por no administrar la medicación de rescate a tiempo”, asegura Carlos Sánchez Salguero, coordinador del Grupo de Trabajo de Anafilaxia de la SEICAP, que lidera esta campaña.
Según el Registro Europeo de Anafilaxia publicado en enero en The Journal of Allergy and Clinical Immunology uno de cada cinco casos registrados en niños se produce en el exterior de las viviendas y el principal desencadenante es la alergia alimentaria (en el 66% de los casos). Los principales alimentos causantes son la leche de vaca y el huevo de gallina en los primeros dos años, las avellanas y las nueces edades preescolares y el cacahuete en todas. “En los últimos años ha habido un aumento de la asistencia a urgencias por este motivo y la prevalencia está creciendo en nuestro país, sobre todo en niños y jóvenes. Además, se han producido varios casos mortales que se podrían haber evitado”, indica Sánchez Salguero. La mortalidad se sitúa entre el 0'05 y el 2% del total de reacciones graves, según este especialista. “Si bien son tasas bajas, hay que tener en cuenta que son muertes evitables que sufren niños sanos. Para ello se deben aplicar todas las medidas de prevención necesarias y tratar de manera precoz los síntomas de alarma”, subraya.
Según la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica entre un 10 y un 18% de las reacciones anafilácticas alimentarias suceden en el entorno escolar. La campaña reclama la existencia de autoinyectores de adrenalina en los colegios y para ello solicitarán a las autoridades correspondientes la necesidad de disponer de la medicación que permita tratar estos casos. “Aunque un niño alérgico siempre debe llevar consigo el tratamiento de rescate, es preciso que también esté disponible, no sólo en la escuela sino en todos aquellos espacios tanto públicos como privados en los que haya población infantil alérgica con riesgo de sufrir una reacción anafiláctica”, apunta Sánchez Salguero. Hace dos años en una granja escuela de la Comunidad de Madrid, falleció un menor de 6 años al ingerir un yogur siendo alérgico a los lácteos.
Una encuesta realizada por SEICAP a 2.400 profesores confirma que el 90% de ellos no sabe cómo administrar un autoinyector y que seis de cada diez no sabe lo que es la anafilaxia. “Por ello durante la campaña realizaremos sesiones de formación en los colegios dirigidas tanto a profesores como alumnos, ya sean alérgicos o no, para ofrecerles conocimientos sobre alergias infantiles y enseñarles el procedimiento a seguir en caso de reacción”, explica. Lo ideal, según este especialista, “sería que en cada centro educativo en el que existan niños con alguna enfermedad alérgica hubiera un protocolo de shock anafiláctico para que sepan cómo actuar”.