La artritis psoriásica es un proceso inflamatorio que afecta a cerca de un tercio de los pacientes con psoriasis, y aparece habitualmente años después de la enfermedad cutánea.
Aunque contamos con un arsenal terapéutico suficiente para la mayoría de los pacientes, algunos casos escapan del control con los denominados fármacos modificadores de la enfermedad (FAME) y los agentes biológicos (fundamentalmente los dirigidos contra el factor de necrosis tumoral [anti-TNF]), por lo que es necesario ampliar las opciones terapéuticas.
Uno de los fármacos candidatos para el tratamiento de la artritis psoriásica sería abatacept. Este fármaco inhibe la activación del receptor CD28 de los linfocitos T por las células presentadoras de antígenos, bloqueando la cascada inflamatoria, y ha demostrado su eficacia y seguridad en la artritis reumatoide.
En este sentido, los autores del estudio que se comenta han llevado a cabo un ensayo clínico aleatorio, en fase III, en pacientes con una artritis psoriásica activa, en el que comparaban abatacept subcutáneo en dosis de 125 mg/semana con a placebo (se permitía el uso de fármacos no biológicos, incluidos los FAME) en 424 pacientes procedentes de 76 centros sanitarios.
En el ensayo participaron 424 pacientes que presentaban una artritis activa (al menos 3 articulaciones dolorosas e inflamadas, placas de psoriasis con una lesión de al menos 2 cm de diámetro y respuesta inadecuada o intolerancia a un FAME), y se incluyeron tanto los pacientes que nunca habían recibido agentes biológicos como aquellos con una respuesta inadecuada o intolerancia a agentes biológicos.
El punto final primario del estudio era una mejora del 20% en los criterios de actividad del American College of Rheumatology (ACR20). Los autores también consideraron una mejora en la función física en el test HAQ-DI, y los pacientes fueron valorados a las 24 semanas de inicio del estudio.
El tratamiento con abatacept demostró una mejora significativa en la actividad de la enfermedad, alcanzándose el ACR20 en el 39,4% de los pacientes del grupo de intervención frente al 22,3% en el grupo control. No se alcanzó significación en la mejora del HAQ-DI, aunque los autores encontraron una mejor respuesta al abatacept en los pacientes que no habían utilizado previamente otros agentes biológicos y en lo que presentaban unos niveles más elevados de proteína C reactiva. También se produjo una leve mejora en la afectación cutánea, que no alcanzó significación estadística.
En conjunto, la respuesta que los autores encontraron en pacientes con artritis psoriásica, tanto en lo que respecta a la afectación articular como a la afectación cutánea, es menor a la obtenida con los tratamientos con agentes anti-TNF. Cuando consideraban los tratamientos previos, los pacientes que no habían recibido previamente agentes anti-TNF mostraban una mejor respuesta, tanto desde el punto de vista cutáneo como del aparato locomotor, aunque inferior a la de otros agentes biológicos.
El aspecto en que los autores encontraron una evidencia favorable al abatacept fue la seguridad. Así, la tasa de efectos secundarios globales y de efectos secundarios graves fue menor en el grupo de tratamiento que en el grupo placebo, y en el grupo de tratamiento con abatacept no se registraron neoplasias ni el desarrollo de fenómenos autoinmunes. Un 1,4% de los pacientes interrumpieron el tratamiento con abatacept por intolerancia, frente a un 1,9% en el grupo placebo.
A partir de estos datos, abatacept puede plantearse como un tratamiento de segunda línea en pacientes con artritis psoriásica ante la no efectividad o intolerancia a otros agentes biológicos y cuando se necesite un mayor perfil de seguridad.