Las bajas temperaturas activan el sistema simpático nervioso y aumentan la secreción de la catecolamina, una hormona responsable del incremento de la frecuencia cardiaca y por tanto, del gasto cardiaco. Esto provoca un cambio en la composición sanguínea, aumentando la presión arterial, el colesterol y el fibrinógeno.
Además, el aumento de estos factores de riesgo cardiovascular se ve agravado por factores medioambientales y de estilo de vida, como la contaminación del aire, la falta de actividad física, el cambio de los hábitos alimentarios o la facilidad para contraer infecciones.
En este sentido, el frío disminuye las defensas del organismo y reduce la capacidad de respuesta ante cualquier complicación. La revista BMC Cardiovascular Disorders ha publicado un trabajo que concluye que los pacientes hospitalizados por causa cardiovascular que presentan, además, alguna complicación respiratoria (como gripe o neumonía) empeoran su pronóstico y aumentan un 20% el riesgo de fallecimiento por causa cardiovascular.
El aumento de los factores de riesgo provocados por el frío se ve acentuado por un cambio en los estilos de vida durante la época invernal, como la falta de cualquier tipo de actividad física y el aumento de grasas en la alimentación.
Ante esta evidencia, la FEC aconseja mantener una dieta saludable y rica en vitamina D, ya que su deficiencia aumenta el riesgo de hipertensión y diabetes, y controlar el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, causantes del incremento del colesterol en sangre y en consecuencia, de la aparición de arteriosclerosis. Por otro lado, también recomienda evitar los cambios bruscos de temperatura y abrigarse bien en invierno, así como practicar ejercicio físico al menos una media de 30 minutos al día.